Job 1 :22: En todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios despropósito alguno.
Amas a Dios, tienes a Jesús en tu corazón, lo tomas en serio...y ¿te va mal? No puede ser. Algo está mal en la ecuación. Supuestamente A+B=C.
El hombre amaba a Dios. De hecho Dios lo confirma. Cuando está hablando con el archienemigo de nuestras almas, Dios le dice: "¿No has visto a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?" ¡Guau!
Aún así, Job perdió en un mismo día todas sus posesiones, su ganado, sus empleados y ....a sus hijos... Algo debe estar mal. Esto no tiene lógica.
Por eso siguen 37 (¡!) capítulos donde Job y sus amigos tratan de entender intelectualmente qué está pasando. Pero las cosas en vez de aclarse se oscurecen. Los amigos (¿amigos?) de Job insisten en que él debió haber hecho algo muy malo para que le pasara eso. Job insiste en que no es así, pero desea morirse, son demasiadas preguntas sin respuestas y...Dios parece no interesarse...
Hasta que llega el capítulo 38 y comienza a hablar Dios...o mejor a preguntar. Le hace muchas preguntas a Job. No se oyen respuestas de parte de éste... solo un comentario en el capítulo 42...
"Yo hablaba lo que no entendía...de oídas te había oído más ahora mis ojos te ven"...
En lenguaje sencillo: "Yo creía que te conocía...pero realmente solo sabía algo de tí...ahora sí te conozco..."
Ahora parece que la cosa sí tiene sentido: El sufrimiento tiene un propósito: conocerle realmente, entregarnos completamente, ser sinceros absolutamente.
Buenas lecciones pero cada uno tendrá su propio libro de Job.
Sugerencia del día:
Cuando sufrimos tendemos a la introspección, a la soledad y a la incomunicación.
Job nos enseñó que se vale llorar, se vale estar triste, se vale decir cómo nos sentimos. Lo importante es hacer todo esto en oración, en total entrega, en absoluta sinceridad con nuestro mejor amigo. El nos creó. El nos comprende. El nos ama. El nos quiere ayudar.